“Ciertos hábitos mentales nos dificultan el tratar como problemáticos lo teórico y lo práctico (y más aún el concebirlos como conjuntamente problemáticos). Es fácil pensar en la teoría como si fuese algo más que un cuerpo organizado de saberes (demasiado a menudo las contemplamos como algo más próximo a «La verdad»), tan verdadero como completo. Y es fácil mirar lo práctico dándolo por sentado, obvio o inevitable (“las cosas son como son”). Para romper estos hábitos mentales, hay que restituir el elemento problemático en ambos. Es preciso despertar de nuevo la disposición moral de la phronesis, la disposición para actuar de manera correcta, prudente, ajustada a las circunstancias” (Wilfred Carr, Stephen Kemmis- El saber del maestro)
Muchas veces hemos escuchado o dado nuestro punto de vista respecto a la teoría y/o la práctica. Y la verdad, es que hay distintas formas de verla. Aún así, se repite aquel discurso de que no hay teoría sin la práctica o una práctica sin que haya teoría, como si fueran dos cosas que no pueden vivir sin la otra. Sin embargo, aquella forma de ver ésta dualidad, que en el ámbito educativo podríamos llamarle “saber”, nos ciega y nos hace ver la teoría como una verdad indiscutible y la práctica como algo obvio (como dice el primer párrafo). Lamentablemente en la realidad educativa, por lo menos, no sucede de esta manera por el hecho de que en la educación no se trabaja sobre elementos (como la química o la biología que son temas concretos y tangibles), sino que se trabaja sobre personas que no son solamente un componente corporal, también son un componente psicológico y cultural. Y es por esa razón que me quedo con lo citado en el primer párrafo en sus últimas palabras: “…ajustada a las circunstancias”. Refiriéndose a la teoría y a la práctica como elementos distintos que son capaces de adecuarse a circunstancias o contextos diferentes porque no todas las teorías nos sirven para aplicarlas a un mismo contexto o la práctica va a tener que ser al pie de la letra de una teoría determinada. Van a depender de factores ambientales, lugares geográficos, cultura, contextos sociales, momento histórico, nivel de desarrollo de los individuos. Es aquí donde muchas veces la teoría entra en conflicto con la práctica. Y que mejor ejemplo que la situación educativa de nuestro país.
En Chile cometemos un error bastante importante, desde el punto de vista educativo. Tratamos de aplicar e implantar teorías y sistemas que vienen desde afuera, como de España u otros lugares del mundo donde se generan las teorías. Lugares que sin lugar a dudas se encuentran en contextos sociales e intelectuales totalmente distintos al nuestro, a pesar de la globalización. Teorías que tienen un gran éxito en donde fueron creadas y aplicadas. Sin embargo, nosotros hemos querido llevar a la práctica e implementar estas exitosas teorías a nuestro sistema educativo (como la reforma educacional) y en vez de conseguir un gran progreso, hemos conseguido un gran fracaso. Y podemos ver estos resultados, quizás no con cifras, sino con el descontento de quienes participan activamente del sistema escolar, o sea la sociedad completa y que mejor ejemplo que “la revolución pingüina”. Implantamos una seductora reforma en un contexto distinto e incompatible y tenemos, por un lado todo lo que dice el papel (que por lo demás es maravilloso) y por el otro, lo que se puede hacer con ese papel. Que no es mucho debido a que no están las condiciones para que se pueda realizar en totalidad la reforma. Tenemos problemas de infraestructura, profesores que no se perfeccionan y un repugnante negocio con la educación. Y todo esto se da, porque no invertimos lo suficiente en investigaciones educativas para crear teorías que se acomoden a nuestra realidad social y cultural. Al contrario, tenemos que empezar a rellenar todas las deficiencias del sistema, tenemos profesores pasando extensos contenidos que los alumnos no encuentran sentido alguno. Tenemos profesores y alumnos con un alto grado de estrés y profesores que no saben como enfrentarse a situaciones problemáticas con sus alumnos y terminan en darse por vencidos y fracasados.
La teoría y/o la práctica se van a dar dependiendo las situaciones o circunstancias y deben ser miradas como problemas separados. Sin embargo, no debemos olvidar que las teorías deben ser comprobadas. La práctica nos plantea problemas que nos llevan a buscar respuestas y las respuestas nos llevan al progreso.
Muchas veces hemos escuchado o dado nuestro punto de vista respecto a la teoría y/o la práctica. Y la verdad, es que hay distintas formas de verla. Aún así, se repite aquel discurso de que no hay teoría sin la práctica o una práctica sin que haya teoría, como si fueran dos cosas que no pueden vivir sin la otra. Sin embargo, aquella forma de ver ésta dualidad, que en el ámbito educativo podríamos llamarle “saber”, nos ciega y nos hace ver la teoría como una verdad indiscutible y la práctica como algo obvio (como dice el primer párrafo). Lamentablemente en la realidad educativa, por lo menos, no sucede de esta manera por el hecho de que en la educación no se trabaja sobre elementos (como la química o la biología que son temas concretos y tangibles), sino que se trabaja sobre personas que no son solamente un componente corporal, también son un componente psicológico y cultural. Y es por esa razón que me quedo con lo citado en el primer párrafo en sus últimas palabras: “…ajustada a las circunstancias”. Refiriéndose a la teoría y a la práctica como elementos distintos que son capaces de adecuarse a circunstancias o contextos diferentes porque no todas las teorías nos sirven para aplicarlas a un mismo contexto o la práctica va a tener que ser al pie de la letra de una teoría determinada. Van a depender de factores ambientales, lugares geográficos, cultura, contextos sociales, momento histórico, nivel de desarrollo de los individuos. Es aquí donde muchas veces la teoría entra en conflicto con la práctica. Y que mejor ejemplo que la situación educativa de nuestro país.
En Chile cometemos un error bastante importante, desde el punto de vista educativo. Tratamos de aplicar e implantar teorías y sistemas que vienen desde afuera, como de España u otros lugares del mundo donde se generan las teorías. Lugares que sin lugar a dudas se encuentran en contextos sociales e intelectuales totalmente distintos al nuestro, a pesar de la globalización. Teorías que tienen un gran éxito en donde fueron creadas y aplicadas. Sin embargo, nosotros hemos querido llevar a la práctica e implementar estas exitosas teorías a nuestro sistema educativo (como la reforma educacional) y en vez de conseguir un gran progreso, hemos conseguido un gran fracaso. Y podemos ver estos resultados, quizás no con cifras, sino con el descontento de quienes participan activamente del sistema escolar, o sea la sociedad completa y que mejor ejemplo que “la revolución pingüina”. Implantamos una seductora reforma en un contexto distinto e incompatible y tenemos, por un lado todo lo que dice el papel (que por lo demás es maravilloso) y por el otro, lo que se puede hacer con ese papel. Que no es mucho debido a que no están las condiciones para que se pueda realizar en totalidad la reforma. Tenemos problemas de infraestructura, profesores que no se perfeccionan y un repugnante negocio con la educación. Y todo esto se da, porque no invertimos lo suficiente en investigaciones educativas para crear teorías que se acomoden a nuestra realidad social y cultural. Al contrario, tenemos que empezar a rellenar todas las deficiencias del sistema, tenemos profesores pasando extensos contenidos que los alumnos no encuentran sentido alguno. Tenemos profesores y alumnos con un alto grado de estrés y profesores que no saben como enfrentarse a situaciones problemáticas con sus alumnos y terminan en darse por vencidos y fracasados.
La teoría y/o la práctica se van a dar dependiendo las situaciones o circunstancias y deben ser miradas como problemas separados. Sin embargo, no debemos olvidar que las teorías deben ser comprobadas. La práctica nos plantea problemas que nos llevan a buscar respuestas y las respuestas nos llevan al progreso.
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